
Tomás Saraceno, Hybrid Webs © Andrea Rossetti, 2013.
4 de enero de 2019 /PARÍS
Nggàm(1)
Queridas Adri y Lú
Son las once de la noche, las calles ya están vacías en la Île Saint Louis. Mientras intento escribiros esta carta miro por la ventana, en los interiores de las casas vecinas todo parece inmóvil.
Hace un par de días estuve en el Palais de Tokyo viendo ON AIR de Tomás Saraceno y me he quedado pensando en la dialéctica presencia-ausencia que articula la exposición; también me he acordado de este poema de Emily Dickinson que tanto me gusta, cuando se trata de pensar en lo ausente no encuentro palabras más justas:
Water is taught by thirst.
Land – by the Oceans passed.
Transport – by throe –
Peace – by its battles told –
Love, by Memorial Mold –
Birds, by the Snow.
Saraceno trabaja para visibilizar lo invisible: las partículas, la atmósfera, la vibración. Nos propone un reajuste óptico para imaginar nuevas formas de habitar el mundo y nuevos modos de cuidar y entender la relación entre seres, animados e inanimados, que coexisten en un mismo ecosistema(2). Una llamada de atención antes de que nos veamos obligados a “aprender el agua por la sed”, como decía Dickinson.
Al entrar a la exposición, mis ojos tuvieron que habituarse a una incómoda penumbra, un primer reajuste que se vio interferido por el blanco enceguecedor de Webs of At-tent(s)ion, microuniversos formados por telarañas de diferentes especies. El resultado de esta contraposición radical es una suerte de chiaroscuro caravaggiesco que da forma a frágiles y nebulosas esculturas. En un ejercicio delirante me imagino dentro de esas arquitecturas utópicas, como una araña, suspendida en el aire.
La sensación de fragilidad de los conjuntos se intensificó cuando me percaté de que nada resguardaba las telarañas, de que estaban totalmente desprotegidas. Un niño atrevido acercó peligrosamente su mano a una de las piezas: “ne touchez pas!” –gritó el guardia de seguridad oculto en la oscuridad. Ahora pienso en todas aquellas veces que, sin darle mayor importancia, he destrozado una telaraña, menuda estupidez. En las antípodas de mi necedad, Saraceno, junto con un grupo de expertos, ha llevado a cabo un estudio de todos los tipos de arañas que habitan en el Palais de Tokyo y ha encontrado alrededor de 500 telarañas individuales. Su intención es protegerlas para que algún día lleguen a invadir las salas de exposición. Fascinante ¿no?
Las arañas, por naturaleza cortas de vista, advierten lo que sucede a su alrededor a través de las vibraciones que transmiten las sedas de las telarañas. Del mismo modo, Saraceno nos nubla la vista y nos invita a adentrarnos en una gran “cosmic jam sesión” de la que todos –humanos y no humanos– formamos parte. Nuestro papel dentro de este superorganismo consiste en vibrar en conjunto a través de diferentes ritmos y trayectorias. Esta noción de comunidad con la que trabaja el artista argentino me parece muy interesante y aplicable a muchas disciplinas. De hecho, recuerdo que una profesora que tuve recurrió a la metáfora de la telaraña para explicar cómo debían funcionar los centros de arte. A través de la analogía con el tejido, nos explicó los centros de arte como lugares frágiles y fuertes a la vez, cuyo fin, en tanto que espacios vibrantes, era captar y transmitir ondas más allá de sus fronteras. Acudir a la metáfora de la vibración para repensar poéticamente la construcción de comunidades me parece todo un acierto.
Esta idea se plasma muy claramente en Algo-r(h)i(y)thms, una pieza que funciona como un instrumento gigante que puede ser tocado por varias personas a la vez. Una enorme red en la que, como leímos en algún cuento de Borges, “los que entraban se perdían.”(3) Al igual que los hilos de las telarañas, los filamentos de la pieza funcionan como cuerdas que emiten sonidos con diferentes frecuencias, algunas inaudibles para el ser humano; no se pueden escuchar, pero se pueden sentir a través del contacto del cuerpo con el suelo. El cuerpo entero se convierte en oído y los participantes en músicos fortuitos que colaboran para construir una pieza sonora única.
Vuelvo a mirar por la ventana y, esta vez, en la casa de enfrente serpentea tímidamente una cortina, quizás antes también se movía.
Hay exposiciones que nos enseñan a mirar.
(1) Ngaàm es un tipo de adivinación comúnmente practicada en Camerún, Nigeria y Gabón en la que se interpretan las acciones de las arañas.
(2) Su proyecto se cristaliza en Aerocene, un esfuerzo interdisciplinar que busca crear nuevos modos de sensibilidad para mejorar nuestra relación con la atmósfera y el medioambiente. Su lema es “Fly around the world, free from borders, free from fossil fuels.”
(3) En concreto este extracto pertenece a “Los dos reyes y los dos laberintos”. Un cuento sobre el que Adri y yo basamos un proyecto expositivo utópico.
X NUEVA YORK X ROTTERDAM X PARÍS X BARCELONA X VENECIA X BRIDGETOWN